El hombre y el animal.

Por: Pbro. Julio Muñoz.

Los animales, al igual que nosotros, también tienen alma –alma animal se entiende–, están dotados de sentidos que despiertan ciertos estímulos y sus instintos en muchos aspectos nos superan e implican un alto grado de especialización. Pero, ¿qué tiene el hombre de particular? ¿Qué es exactamente aquello que lo distingue de los animales? Su mundo interior, su capacidad de reflexionar.

Sin embargo, este mundo virtual en el que, como dice Tom Butler, «las máquinas forman parte de nosotros y cada vez serán más una prolongación de nuestro cuerpo», está imponiendo un estilo de vida impregnado de estrés, insatisfacción y ausencia de significado. Resulta obvio el papel que la dependencia de los aparatos electrónicos y el bombardeo constante de múltiples distracciones (mensajes, imágenes, videos, conversaciones con múltiples grupos y personas virtuales de manera instantánea) desempeñan en este drama. Y obviamente buscamos soluciones aparentes y temporales que tal vez proveen una cierta satisfacción momentánea –como el yoga, aunque esto lo dejamos para otro momento–, pero que no acaban de llenar ese vacío existencial.

A largo plazo se impone una pérdida generalizada de sentido que nos priva de afrontar con optimismo el gran desafío de la vida y que al final, como diría el Papa Francisco, nos convierte en «prisioneros de la exterioridad».

Ante este panorama sociológico y cultural, ¿hay alguna vía de salida? Yo diría que sí. Sencillamente date tiempo, es decir, busca crear, dentro de tu cotidianidad, espacios de reflexión. No es difícil encontrar pequeños momentos de soledad a lo largo de día –cuando vamos en carro, estamos en la oficina, trabajando, haciendo ejercicio–, y hacernos preguntas que realmente den algo más de contenido a nuestro caminar. Por ejemplo, ¿qué tiempo de calidad estoy dando a las personas que realmente quiero? ¿Tengo una jerarquía de valores que ordene el uso de mi tiempo? ¿Cuáles son esos valores? ¿Doy prioridad a las relaciones interpersonales o me centro en proyectos y resultados? ¿Dónde está Dios en la ecuación de mi vida? ¿Me doy cuenta de que soy un ser inmortal?

Tal vez así logres rescatar el significado de tu existencia y recuperar la dignidad de vivir como un hombre que persigue un propósito y no como un animal que sobrevive por estímulos.

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